Se preparo un té de manzanilla y lo coloco sobre el individual recién estirado, abrió su laptop, se sentó frente a ella y comenzó a pensar en cual seria la mejor manera de despedirse.
Las ideas comenzaban a agolparse dentro suyo, sabía que escribir le supondría sacarse un peso de encima al menos, aunque estaba convencida que dar fin a una relación, de esta manera, tampoco era lo más conveniente.
Y es que en realidad se venia planteando mucho tiempo antes, si “realmente” esto “era una relación”. Quizá era un algo que habían intentado, pero la incompatibilidad era en extremo manifiesta, y desde hacia un tiempo (quizá hasta antes mismo de haber comenzado) esto había terminado.
Ella, una mujer profundamente sensible, capaz de percibir las emociones de los demás con una facilidad asombrosa. Su intuición la guiaba constantemente, y generalmente se entrega a sus sentimientos sin reservas, confiando plenamente en su conexión con el universo. Los signos zodiacales eran para ella una especie de fuente de sabiduría y guía, una herramienta en la que depositaba su confianza para entender su vida y sus relaciones. Cree firmemente que las estrellas y los planetas tienen una influencia sobre su destino, y sigue sus horóscopos con devoción, buscando en ellos respuestas que resuenen profundamente en su alma.
Aunque ambos comparten el mismo signo y tienen la misma influencia general de Piscis, la posición de la Luna, el Ascendente o incluso los otros planetas en el momento exacto de su nacimiento agregan matices únicos a cada uno.
Se podría suponer que ambos, un hombre y una mujer nacidos bajo el mismo signo, comparten muchas características típicas del mismo (como ser emocionales, intuitivos, compasivos y soñadores), ella entendía que las diferencias de género y las experiencias personales también influían en cómo se manifestaban estas cualidades, y había comenzado a pesarle desde hacía un tiempo.
Sorbió un poco del liquido caliente, apoyó el pocillo y sus dedos comenzaron a teclear:
“Querido G... - no, no, no (se interrumpió). El término “querido” le supondría a éste quizá, una esperanza que no esperaba otorgarle…
Borro con la tecla de retroceder y comenzó de nuevo.
"Estimado G.… - de vuelta, se volvió a interrumpir. Una voz resonó en su cabeza, casi como un parlante desconocido, distorsionado y difícil de entender, casi, casi como un: 'Estimado pasajero, el micro con destino a.…'. cuya frase se corta y se desvanece entre sonido de estática, causándole una extraña gracia. Así que, nuevamente, desestimó la idea."
Quizá solo colocar el nombre, pero después
de lo poco o mucho que habían vivido, le parecía más bien un tanto distante en demasía,
así que por el momento solo escribió “FULANO” (así en mayúsculas), como
para dar inicio a algo, término que quedo cuál título a lo que seguiría.
Ella miró la pantalla, las letras permanecían inmóviles ante su mirada. ¿Cómo comenzar? No quería sonar fría, pero tampoco melosa. Le parecía que cualquier palabra podría sonar exagerada, o peor, poco sincera. ¿Por qué había llegado hasta aquí? A veces pensaba que su intuición, siempre tan certera, la había guiado mal esta vez. Sabía que no se trataba de odio, pero tampoco de amor. La sensación de estar escribiendo algo sin verdadero propósito le resultaba inquietante, como si estuviera describiendo algo que ya había dejado de existir.
Suspiró. Algo dentro de ella le decía que, de alguna manera, esta carta (o lo que fuera) era innecesaria. Después de todo, las palabras no cambiarían nada. Pero, aun así, ahí estaba, frente a la pantalla, buscando la frase perfecta que nunca llegaba. "Tal vez el universo me está enviando señales", pensó, y de nuevo la voz distorsionada del parlante le vino a la mente: “El micro con destino a…” ¿A dónde, exactamente? ¿A un futuro que ya no la involucraba? Se quedó pensativa por un momento, luego borró todo de nuevo.
Se quedó allí, en un dilema que no terminaba de entender. Por un lado, su intuición le decía que era el momento de poner fin a todo, de cortar ese lazo que, aunque nunca había sido del todo firme, ahora se sentía definitivamente tenso e insostenible. Sabía que era lo mejor para ambos, o al menos para ella. Pero, por otro lado, una punzada de pena la atravesó al pensar en cómo lo tomaría él. La idea de verlo herido, de enfrentarse a su reacción, la hacía vacilar. ¿Sería capaz de hacerlo? ¿Sería justo? Pensaba que, tal vez, él también lo sentía, pero le daba miedo que, al decirlo en voz alta, el daño fuera más grande de lo que estaba dispuesta a manejar.
Se levanto y camino hasta el ventanal, su trabajo de paisajista daba frutos en su propio jardín…
Al lado, en la mesa pie de ventana, el sonido de una notificación le marcaba la ubicación exacta de su propio celular.
Comenzó a recordar esos últimos días, esos momentos que ahora, al mirarlos desde otra perspectiva, se sentían como una serie de deslices, pequeños detalles que, aunque al principio no parecían tan relevantes, se acumulaban y tomaban una forma que ya no podía ignorar. Las promesas vacías, las palabras dichas sin convicción, los silencios largos que se llenaban de incomodidad. Y esa costumbre de esperar siempre más de lo que él daba, esa constante sensación de estar intentando encajar en algo que nunca había sido realmente adecuado. Su cuerpo, que antes se mantenía relajado, ahora comenzaba a tensarse; su cuello se sentía rígido, los hombros se alzaban sin que ella lo quisiera. Un calor extraño subía desde su pecho hacia su garganta, y se dio cuenta de que estaba comenzando a enojarse. ¿Por qué lo había tolerado tanto? pensó. Aquella pasividad que antes se le antojaba comprensión, ahora le parecía más bien un cúmulo de excusas, y en su interior, algo se estaba quebrando.
La duda que había acompañado sus pensamientos durante tanto tiempo comenzó a transformarse en algo más oscuro. Aquella incertidumbre que la había paralizado ahora se convertía en rabia. ¿Por qué había estado tan dispuesta a comprender? pensó, con los dientes apretados. Recordó todos esos momentos en que había hecho sacrificios, cuando había callado lo que sentía, cuando había bajado la guardia por miedo a herirlo. Pero él, él nunca parecía esforzarse de la misma manera. Cada excusa, cada evasiva, cada palabra vacía se acumulaba dentro de ella como una bola de fuego que comenzaba a quemarla. La frustración se convirtió en un coraje inesperado, y sin darse cuenta, las manos se apretaron sobre si mismas, su respiración se volvió más agitada. Ya no estaba dudando. Ya no había espacio para la compasión. Ahora, solo sentía enojo.
Tomo el telefono entre sus manos, acomodo un poco sus lentes, desbloqueo la pantalla y abrió la aplicación. Busco entre los contactos su nombre, el de aquél al cual debería de enviar hasta ese momento ese desagradable mensaje de despedida definitiva.
Solo tecleo:
- *CHANNNN CHANNNNNNNNNNNNNN* …
Y dio por terminada aquella relación….
(aclaremos que este escrito es fruto de la imaginación de quien escribe, puede ser como no puede ser “coincidente” con algo acontecido… pero eso, mis anónimos y queridos lectores… nunca lo sabremos…. ¿o sí? ¿Usted que opina?)