La idea de este escrito surge de algo que leí esta misma tarde, y que me pareció fantástico...
Freud afirmaba que las coincidencias no existen. Según él, cuando nos encontramos con alguien por pura casualidad, en realidad es porque esa persona ya había estado en nuestro campo de visión, aunque tal vez de manera inconsciente, apenas perceptible, como un destello al rabillo del ojo. Un instante fugaz, algo que no prestamos atención en su momento, pero que de alguna forma se quedó grabado en nuestro subconsciente, esperando a ser recordado y reconocido cuando fuera el momento adecuado. El misterio, en su visión, no estaba en el azar, sino en el hecho de que todo lo que ocurre está conectado de una manera profunda y significativa, más allá de lo que somos capaces de comprender al principio.