(mera catarsis)
En ocasiones, el silencio es un discurso en sí mismo. A menudo, percibimos los mensajes más poderosos en las pausas, en las palabras no dichas pero claramente sentidas en el aire. Es como si las sombras de la sospecha bailaran a nuestro alrededor, aunque nunca se materialicen en palabras.
Es interesante cómo las dudas pueden tejerse en el tejido de la percepción, creando una red invisible pero poderosa que envuelve incluso las relaciones más simples y sinceras. Como un sutil viento que sopla a través de los árboles, la desconfianza puede filtrarse en los intersticios de la mente, sembrando semillas de incertidumbre donde antes reinaba la confianza.
Pero, ¿qué hacer cuando nos encontramos bajo el peso de esa desconfianza infundada? ¿Cómo podemos responder sin alimentar la sombra, sin darle forma ni sustancia? Quizás la respuesta reside en la serenidad, en permanecer fieles a nosotros mismos y a nuestros principios, incluso cuando la bruma de la desconfianza nos rodea.
Es en estos momentos cuando debemos recordar que nuestras acciones hablan más fuerte que cualquier palabra, que nuestra integridad y nuestra sinceridad son nuestra mejor defensa contra las dudas que puedan surgir. Porque al final del día, no podemos controlar las percepciones de los demás, pero sí podemos controlar la manera en que respondemos a ellas.
Elijo dejar que mi luz interior brille, desvaneciendo lentamente las sombras de la incertidumbre y el miedo que han tomado raíces en mi ser. ¿Quién puede decir? Tal vez, en el fulgor de esa luz, la confianza renazca, más fuerte y luminosa que nunca antes.