martes, 25 de marzo de 2025

Experiencias y empatia... ¿opiniones?

 

Yo escribí: La experiencia es un bien intangible que se adquiere después de muchos fracasos…tan cierto como que el conocimiento es además un bien que crece a medida que se lo comparte. Entonces. Lo más sensato seria compartir nuestros conocimientos, para que los demás  vayan adquiriendo experiencias sin tantos fracasos, ¿no? Eso, también es parte de la empatía.

Una amiga me señala que: muchas veces la experiencia se logra de cálculo y error, que por ello se dice que la experiencia es un peine que te dan, cuando ya te estas quedando calvo. Esto aporta una perspectiva realista y sabia. La metáfora del peine y la calvicie es una expresión popular que encierra la paradoja de la experiencia: muchas veces aprendemos cuando ya es tarde para aplicar lo aprendido, pero ese aprendizaje sigue siendo valioso, especialmente si puede beneficiar a otros.

Esta misma persona también me indica que: Y otras veces uno dice y muestra con el ejemplo, pero cada uno va haciendo su propio libro de la vida, y que en muy pocos casos se ve donde se acepta y se hiciera lo referido. Y es que (a mi humilde entender), la idea de que compartir experiencias no implica imponerlas, sino ofrecerlas como faros en el camino. Aceptarlas o no, es parte del respeto hacia el libre albedrío del otro.

Yo digo que sí, que es verdad. Ya que así como la  empatía es la capacidad de comprender y compartir los sentimientos, pensamientos y también las emociones de los demás, compartiendo nuestras propias experiencias, tratamos de ser generosos, trabajando en reducir el sufrimiento o las dificultades de los demás. De ahí que estos acepten o no… ya es otro cantar.

Como absolutamente NADA QUE YO NO PUEDA MANEJAR pasa a ser mi problema, y no puedo hacer nada al respecto. ¿No?

Aplica para todo: trabajo, familia, pareja, hijos, etc.

NADA QUE YO NO PUEDA MANEJAR, ES MI PROBLEMA, esta frase refleja una filosofía de desapego emocional y autocuidado. Es una postura valiente y saludable cuando se trata de asumir la responsabilidad por lo que realmente está en nuestras manos, sin cargar con lo que no nos corresponde. Esto muestra un nivel de crecimiento personal y autoconocimiento.

La vida, con sus giros inesperados y sus lecciones a menudo dolorosas, nos muestra que no todo está bajo nuestro control. Y en ese proceso, reconocer lo que podemos y no podemos manejar es, sin duda, un acto de sabiduría. Pero también es cierto que, al compartir nuestras experiencias, nos damos la oportunidad de reafirmar esas lecciones y quizás, sin proponérnoslo, iluminar el camino de alguien más. Porque aunque cada uno escribe su propio libro de vida, a veces una palabra ajena puede evitar una página de sufrimiento innecesario.

Es curioso cómo, pese a nuestra disposición para aconsejar o guiar, el destino sigue teniendo sus propios planes. Y no es raro que veamos a alguien tropezar justo donde advertimos que había una piedra. Pero eso no invalida el gesto de advertir. La empatía no se mide por el resultado de nuestras palabras en los demás, sino por la intención genuina de tender la mano. Lo que cada uno haga con ese gesto, es una decisión que escapa a nuestro control y, por tanto, a nuestra responsabilidad.

Además, en este intercambio de vivencias, no solo damos. También recibimos. Porque escuchar a otros, entender sus batallas y observar cómo enfrentan sus desafíos, nos enriquece. Incluso cuando creemos tener respuestas, la visión ajena puede aportarnos nuevas perspectivas. Así, la experiencia compartida no solo aligera el peso de quien la recibe, sino que también fortalece al que la ofrece. Y en ese ida y vuelta, crecemos todos un poco más.

Aceptar que no podemos manejarlo todo y que cada quien tiene derecho a sus propios errores es liberador. Pero más liberador aún es saber que, al compartir lo que hemos aprendido, hemos hecho nuestra parte. Porque si bien la vida no garantiza que otros eviten sus propios fracasos, al menos nos concede la satisfacción de haber intentado hacerla un poco más llevadera para quienes nos rodean. Y eso, en definitiva, también es parte del arte de vivir.