jueves, 27 de marzo de 2025

IL SONNO ETERNO...

 meramente una continuación de: 

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Todos nos vamos a morir. Es una realidad inevitable. Sin embargo, una vida plena, sana y feliz requiere en algún momento acercarse al concepto de la muerte con serenidad.

Es natural preguntarse qué hay después. ¿Un cielo, un infierno, la reencarnación? ¿O simplemente el olvido, dejando solo un eco en los recuerdos de quienes nos amaron? Imposible saberlo. Y tal vez, precisamente por eso, la muerte nos angustia. Lo desconocido nos inquieta, y en nuestra sociedad tendemos a evitarlo, negarlo o disfrazarlo, como si ignorarlo pudiera hacerlo desaparecer. Pero cuando aceptamos su existencia, paradójicamente, la vida cobra un significado más profundo.

El miedo a la muerte es, en gran parte, miedo a lo desconocido. Pero también refleja el temor a dejar asuntos pendientes o a no haber vivido plenamente. Enfrentar este miedo con apertura no nos debilita; al contrario, nos fortalece. Hablar sobre la muerte no nos acerca a ella, sino que nos acerca a la vida.

Saber que la vida tiene un final nos impulsa a vivir con más conciencia y propósito. Cuando entendemos que el tiempo es limitado, cada decisión cobra relevancia. La finitud da valor a los momentos cotidianos, a las conexiones humanas y a esos pequeños instantes de felicidad que muchas veces pasamos por alto.

Aceptar la muerte no significa resignarse, sino vivir con gratitud. Nos recuerda la belleza de estar vivos, de aprovechar cada instante y de dejar una huella en los demás. En lugar de temerla, podríamos verla como una maestra silenciosa, aquella que, sin decir una palabra, nos enseña lo valioso del presente.

Hablar de la muerte es hablar de la vida. Al mirarla de frente, aprendemos a vivir con mayor intensidad.