domingo, 23 de febrero de 2025

Cuando sentís que nada vale la pena...

 

A veces nos encontramos en un punto en el que sentimos que nada de lo que hacemos importa. Nos miramos al espejo y nos preguntamos: "¿Para qué tanto esfuerzo? ¿Para qué seguir tratando si nadie lo nota, si nadie lo valora?" Es un sentimiento que se instala despacio, sin pedir permiso, hasta que un día nos damos cuenta de que pesa demasiado.

Este tipo de pensamientos suelen aparecer en personas que han dado mucho de sí mismas, que han intentado cumplir expectativas, que han tratado de ser la mejor versión de sí mismas para los demás: la/el hija/o ejemplar, la/el amiga/o incondicional, la/el estudiante responsable, la persona que nunca dice que no. Pero, con el tiempo, esa carga empieza a sentirse injusta. ¿De qué sirve dar tanto si, al final, nadie parece apreciarlo?

Desde chicos nos enseñan a esforzarnos, a dar lo mejor de nosotros. Nos dicen que, si hacemos las cosas bien, si cumplimos, si somos "buenos", seremos reconocidos y queridos. Pero la realidad muchas veces es distinta. Podemos dar todo, ser impecables en nuestro rol, y aun así sentir que no recibimos ni una mirada de gratitud.

El problema de intentar ser perfectos es que nos hace depender del reconocimiento ajeno. Y cuando este no llega, nos sentimos invisibles, descartables, como si nuestra existencia no hiciera la diferencia. Esto es agotador, porque nos pasamos la vida buscando una validación que quizás nunca llegue de la forma en la que la necesitamos.

Es común que, cuando no sentimos reconocimiento en nuestra familia o en nuestro entorno, empecemos a vernos como la "oveja negra", como si de alguna manera estuviéramos fuera de lugar. Pero muchas veces no es que seamos la oveja negra, sino que somos los únicos que empezamos a cuestionar, a sentir, a pedir algo distinto.

Ser la persona que empieza a ver las cosas de otra manera, que se permite sentir y decir "esto no está bien", no es ser la oveja negra: es ser valiente. Es negarse a seguir encajando en un molde que nos hace daño. No significa que los demás estén en lo correcto y nosotros equivocados, sino que simplemente estamos viendo la realidad con otros ojos.

Otro peso grande es el de los sentimientos guardados. Queremos hablar, pero nos frenamos. ¿Para qué, si nadie va a entender? ¿Para qué, si lo único que va a traer son discusiones y malentendidos? Así, acumulamos tristeza, frustración, enojo, hasta que sentimos que ya no nos queda espacio dentro nuestro.

No expresar lo que sentimos nos hace daño. No significa que tengamos que decirlo todo sin filtro, pero sí encontrar la manera de liberar lo que llevamos dentro. A veces escribir ayuda, otras veces hablar con alguien que de verdad escuche. Pero lo importante es no tragarnos todo, porque tarde o temprano, eso pesa más de lo que creemos.

Sé que cuando nos sentimos así, es difícil creer que alguien realmente se preocupa. Pero quiero recordarte algo: lo que sentís es válido. Tu dolor es real. Y aunque parezca que a nadie le importa, eso no significa que sea cierto. A veces estamos rodeados de personas que no saben expresar lo que sienten o que simplemente no tienen la capacidad de ver más allá de sí mismas. Pero eso no disminuye tu valor.

No tenés que cargar con todo solo/a. No tenés que demostrarle a nadie cuánto vales. Valés porque sí, porque existís, porque sos una persona que siente, que lucha, que sigue adelante a pesar de todo. Y si hoy te sentís perdida, triste, sin respuestas, está bien. No tenés que resolverlo todo ahora. Solo tenés que respirar, darte permiso para sentir, y recordar que este momento, por más oscuro que parezca, no define toda tu historia.

Emulando la famosa la frase la reconocida Moria: Si necesitas llorar, llorá. Si necesitás hablar, hablá. Y si sentís que nadie te escucha, buscá esos espacios donde sí te entiendan. Porque existen, porque hay personas que saben ver más allá, que saben valorar lo que los demás pasan por alto.

No estás sola. Y aunque hoy todo parezca gris, te prometo que hay luz más adelante.