Era la tardecita y encare pal bolicho “El Refalon” (del Topo Aladino), y en la entrada me lo encuentro al Venancio Alcino, que le dicen “Ampolla”, porque siempre aparece después del trabajo.
Ate a la Zulema en el palenque, le rasque el pescuezo como a modo de despedida y con mi fiel perro el Álvaro siguiéndome los talones, cruce la puerta del boliche con la misma solemnidad con la que el cura entra a la iglesia.
Adentro, la polvareda de la tarde se mezclaba con el aroma del vino barato (y de dudosa procedencia), más el tufo de algunos parroquianos que se apilaban en las mesas. Y en un rincón, la discusión ya estaba encendida: el mencho Walter Tanvivo y el otro, Fravizio Rumbadi, comparaban sus celulares como si fueran facones en un duelo criollo.
-Mire, mire esto, don Fravizio -decía Walter, estirando la mano con un cacharro brillante.- Este tiene doble cámara y filma en 4K… ¡Cuatro K, le digo!
-¡Bah! ¡No me haga reír los juanetes! - retrucaba Fravizio, sacando del cinto su propio aparato- El mío tiene reconocimiento facial. ¿Sabe lo que es eso? Se me planta adelante, me mira y se prende solo. Como si fuera mi mujer cuando llego tarde a casa.
Venancio, que ya se había arrimado al mostrador a pedir su vaso de vino, miraba la escena con ojos curiosos. No entendía una papa de lo que decían, pero le sonaba interesante, como cuando le hablan de cosas de la ciudad que él jamás vería en su vida.
- ¿Y qué me dice del mío? - metió cuchara otro paisano que miraba de reojo- Este tiene inteligencia artificial.
El boliche quedó en silencio. Todos giraron la cabeza con incredulidad, como si el hombre acabara de anunciar que su vaca había aprendido a jugar a las cartas.
- ¿Inteligencia lo qué? —preguntó el Venancio, arrugando la frente.
-Artificial. Como que piensa solo, ¿vió?
Venancio se quedó rascándose la nuca, y tras un momento de reflexión, se sirvió otro trago.
-Si piensa solo, no es pa' mí. Con el Álvaro y la Zulema ya tengo suficiente con dos bichos que no me hacen caso.- dije yo como sin querer, mientras le cambiaba los porotos del truco por bichos cascarudos, de la mesa del sordo Amengual que se había ido al baño.
Las carcajadas sacudieron el boliche entero. El dueño, que limpiaba un vaso con un trapo que parecía más sucio que limpio, negó con la cabeza.
-¡Ah, los tiempos modernos! No hay caso, estos menchos con celular son como ponerle guiños a un tren.
Y la tarde noche siguió su curso, entre risas, vino y de seguro de que la discusión seguiría, porque si algo tengo claro, es que la tecnología avanza… pero la brutalidad de algunos paisanos, esa no se va nunca.
Cuando ya era noche cerrada y el vino se había entibiado en las venas, Venancio se disculpo y se rumbió pa' su ranchada.
La conversa por los celulares sestaba poniendo media áspera, y como soy de escaparle a los quilombos, me jui chiflando bajito, como pato cuchareando bichitos.
La Zulema caminaba mansa, y el Álvaro, medio dormido, trotaba atrás como podía.
Ya con la polvareda del camino acompañándonos, la yegua sacudió la cabeza y resopló.
-Celulares que piensan, que ven, que escuchan… ¡Al final, van a ser más vivos que algunos de los que los usan!
Le di un par de palmaditas al lomo y solté una carcajada.
-Si un día inventan un celular que arree las vacas, me jubilo, paisano. Pero mientras tanto, seguiremos con lo nuestro…