Debido a algunos mensajes con evidente tono crítico hacia mi persona o mi manera de escribir, diciendo (y cito):
"¿Pensás que tenés la razón en
aquello que argumentás?"
Debo responder con un rotundo (y hasta quizá soberbio):
“NO”.
Jamás encontrarás en mis escritos (especialmente en aquellos que tocan temas personales o controvertidos) la afirmación de que las cosas son de tal o cual manera. Lo que aquí comparto son opiniones personales, mi propia percepción sobre distintos temas.
La sección denominada pseudofilosofia (siempre lo aclaro) no es más que una recopilación de pensamientos espontáneos, de esos que pueden surgir en una sobremesa un domingo, cuando te quedaste mano a mano con el tío Eugenio, con un vino en la mesa, y dijiste algo que te pareció o bien una genialidad absoluta o bien una imbecilidad tremenda (porque la línea entre la genialidad y la estupidez es, a mi entender, es una línea tan fina, casi, casi como una Gillette acostada).
Dicho esto, valoro el debate y las diferencias de opinión, siempre que vengan acompañadas de un mínimo esfuerzo argumentativo. Me encantaría leer sus propias reflexiones sobre estos temas en sus propios espacios (quizás en un blog personal, al cual invito a crear, y donde puedan explayarse con la misma libertad con la que yo lo hago aquí).
Porque escribir es, ante todo, un acto de honestidad. Cada palabra que plasmo en este espacio no pretende ser una verdad absoluta ni un dogma inamovible. Es, sencillamente, el reflejo de mi propia mirada, con sus aciertos y errores, con sus certezas y dudas. Así como yo acepto que mis ideas pueden estar sujetas al cambio, espero que quienes me leen lo hagan con la misma apertura y disposición al diálogo.
A veces me pregunto qué impulsa a ciertas personas a leerme si tanto les incomoda lo que escribo. Porque, al final del día, la lectura es una elección. Así como yo elijo cada palabra con cuidado (y tengan por cierto que así es, leyendo y releyendo varias veces, googleando, buscando en internet aquellos temas sobre los cuales desconozco o simplemente me quiero interiorizar un poco más), cada lector elige dónde posar su mirada. Nadie está obligado a compartir mis pensamientos, ni siquiera a aceptarlos. Pero si el único objetivo de algunos es encontrar un punto de ataque, entonces quizás valga la pena recordarles que el mundo de las ideas es vasto y diverso. Hay millones de textos, millones de voces. Y, si realmente tienen tanto que decir, los invito a sentarse frente a una hoja o una pantalla de Word en blanco y dejar fluir su propio discurso.
Escribir no es una tarea sencilla. Exige introspección, valentía y, sobre todo, coherencia. Es fácil criticar desde la sombra, señalar errores sin ofrecer alternativas, desmerecer el trabajo ajeno sin jamás haber construido algo propio. Pero el verdadero valor está en atreverse a escribir, en exponer el pensamiento sin miedo al juicio. Porque cuando uno escribe, se desnuda ante el lector. No hay armaduras ni escudos, solo palabras que revelan quiénes somos y cómo vemos el mundo.
Por eso, insisto: si alguien siente la necesidad de debatir, bienvenido sea. Si quiere aportar algo valioso, estaré encantado de leerlo. Pero si la única intención es criticar sin aportar, si el malestar que les provoca mi escritura es tan profundo, entonces la solución es simple: hay muchas otras páginas por descubrir, muchos otros autores a quienes leer. Y, si sienten que tienen algo importante que decir, tal vez sea momento de abrir su propio espacio y comenzar a escribir.
Porque, al final del día, la literatura, la filosofía y la reflexión no se tratan de imponer verdades, sino de compartir miradas. Y en este rincón, lo único que siempre encontrarás será eso: mi mirada, tan subjetiva, imperfecta y humana como cualquiera.
Y, por si fui “demasiado sutil” con este último escrito, los/las/les invito a visitar:
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Al resto de mis anónimos y queridos lectores... GRACIAS TOTALES, por seguir de ese lado de la pantalla ....
ERGO KADAR